Me lo ha contado un cliente. La asignaura pendiente

Hace un par de meses, con motivo de la celebración de una reunión de trabajo – ó mejor al término de la misma- en las oficinas de la Empresa de D. Enrique M. Gómez, buen Cliente y mejor amigo, fué cuando el mismo Enrique me transmitió una preocupación: la competencia de nuestro mercado laboral.

Hace un par de meses, con motivo de la celebración de una reunión de trabajo – ó mejor al término de la misma- en las oficinas de la Empresa de D. Enrique M. Gómez, buen Cliente y mejor amigo, fué cuando el mismo Enrique me transmitió una preocupación: la competencia de nuestro mercado laboral.

El tema principal de nuestra reunión era el “Relevo Generacional” de su  Empresa, el “entrenamiento” del nuevo Gerente que se hará cargo del negocio cuando Enrique dé el paso a su jubilación, su propio hijo.

Enrique se mostraba contrariado por la formación laboral de nuestros jóvenes.

¿Somos conscientes, me dijo, de que nuestros estudiantes (chicos y chicas) de hoy son la fuerza de trabajo de nuestro pais de mañana?, ¿lo es nuestra Administración?. Unos serán empleadores y otros serán empleados, pero unos y otros deberán adquirir una formación completa, de calidad, real, y por supuesto, práctica.

¿Tienen nuestros jóvenes, al finalizar sus estudios, la formación práctica suficiente para “desembocar” en la empresa?. ¿Puede pedirse de ellos rentabilidad laboral desde su contratación?.

La disquisición de Enrique encontraba su justificación en los resultados reciéntemente aparecidos en un Tratado sobre jóvenes estudiantes de la Unión Europea, elaborado por un Instituto Alemán de prestigio. Los datos sobre nuestros chavales no son nada alagüeños.

Los estudiantes de Dirección de Empresa y de Ingenierías, que así los recoge el Tratado, en España tienen la idea formada –de media- de que serán “mileuristas” –los primeros- a los cuatro meses y medio de terminar la carrera, que es el tiempo que creen que tardarán en ser contratados y que tendrán que trabajar 42 horas semanales,  mientras que los segundos se consideran mejor tratados por la empresa en cuanto a demora en la contratación y a remuneración, pero sin mayores ilusiones.

El mismo Tratado sitúa a nuestros jóvenes, por los resultados del estudio, en decimoctavo lugar, sobre un total de veintidos paises analizados, en relación a la imagen sobre la formación recibida, de cara a su trayectoria profesional; parece que “ni la mitad” de los estudiantes considera estar debídamente preparado para su futuro laboral.

Parece ser que las Aulas de las Escuelas de Formación Profesional, según me contó, tampoco cumplen en el momento presente con su propósito; el “acoplamiento” de los jóvenes al mundo de la empresa pone de manifiesto la falta de un escalón intermedio: la formación práctica.

Los tres “actores” se muestran insatisfechos: los padres de los jóvenes no terminan de apreciar firmeza en el futuro laboral de sus hijos; el empresario los contrata a pesar de su exigüa experiencia, baja rentabilidad y escaso compromiso con su puesto de trabajo; y los chavales se sienten desilusionados por el desempeño de trabajos en los que tampoco ponen ilusión alguna.

Creo, como Enrique, que esta situación es claramente preocupante, pensando no en hoy sino en quince años vista.

Parece que la Educación continúa siendo para nuestra Sociedad su Asignatura Pendiente.

Como todos Uds. se habrán imaginado el nombre de nuestro amigo Enrique, en la realidad, no es tal. Pido disculpas por ello.

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